18 de junio de 2015

R'n'R

¿Rock & Roll? No, aunque lo parece... O sí, según se mire. Me explico: el acrónimo resume la expresión "Rest and Recovery" - en español, descanso y recuperación - y hace referencia a una fase fundamental de toda práctica deportiva. Despues de todo, el machaque sin final suele acabar, de hecho, teniendo un final bastante malo y que se desencadena en el momento más inoportuno: justo cuando uno necesita energía más que nunca. Aplicado al alpinismo de gran altitud, viene a decir que o coges fuerzas antes del asalto final a cima, o te arriesgas a perder más que la cumbre.

En las expediciones al Himalaya, al esfuerzo que suponen las sucesivas ascensiones parciales para aclimatar y (si no se tienen sherpas que hagan el trabajo) equipar la ruta y los campos de altura, se une el desgaste por permanencia en altitud y expuesto a duras condiciones ambientales: frío intenso, tormentas, viento, también ratos de sudar a mares... Las consecuencias de la altura son también notables, y no sólo cuando se llega a la famosa "zona de la muerte", sino permaneciendo días a partir de (según los casos), 3.500 metros.

Otros factores de desgaste son psicológicos. Como he dicho varias veces, los picos del Himalaya "tiran bocaos" y, cada día que se pasa a sus pies, mirando hacia arriba, puede decrecer la motivación... o aumentar el sentido común; ése que pregunta insistente qué se le ha perdido a nadie allí arriba, qué sentdo tenía a gastar tantísimo dinero en algo tan estúpido, qué tenían de malo las vacaciones en la playa... y demás cuestiones impertinentes. Para hacer algo tan objetivamente peligroso para la salud y, físicamente, tan doloroso, hay que tener una motivación y una fuerza de voluntad a prueba de todo. Cuanto más alta es una montaña , más hay que querer llegar a la cima. Y unas semanas en un campo base sobre un glaciar pueden hacerte odiarla, no desearla.

Por tanto, todas las expediciones tradicionales, llamadas a veces "de asedio", estipulan que, antes de lanzar un ataque a la cima, se debe descender, al menos, a una cota en la que el oxígeno sea más rico. Dependiendo del lugar, ésa zona "segura" puede venir marcada por una altitud concreta, por la aparición de árboles, o por un sentimiento personal de que "ahí se respira" mejor, no cuesta moverse... lo que se llama un bienestar general. A menudo, los alpinistas bajan a un lugar donde, de paso, puedan dormir bajo techo - generalmente los primeros núcleos habitados que encuentran en el camino. Cualquier alojamiento hiper-básico se ve como un avance después de dias mirando la lona de una tienda.
Las imágenes muestran (Arriba) a un expedicionario descansando
 y recuperándose en Pheriche - una opción más moderada
 (y en contexto) que pasarse de frenada y regresar a KTM. 
Abajo, fiestecilla de Campo Base, que no decaiga. 
Ambas son imágenes de la agencia Adventure Consultants
que cuida a los suyos pero sin perder el objetivo. 


Claro que depende de la tienda o, por extensión, de las comodidades disponibles en el campo base. Una expedición minimalista al Karakorum puede agradecer simplemente descender un par de días y respirar aire denso, incuso si el paisaje sique siendo yermo y despoblado. Pero ¿Qué cara pone un rico miembro de una expedición bien financiada al Everest, que disfruta de un CB con bar bien surtido, alfombras de diseño, TV de alta definición, cocineros especializados que preparan sushi - de hecho, aprenden la cocina típica del país de procedencia de los expedicionarios -  o pizza en el Campo 2 (suben un horno a 6.400m!!), colchones de latex para dormir... si le llevan a "recuperarse" a un cutre-lodge en Tiengboche, con paredes de contrachapado y el habitual "sota caballo y rey" en el menú de la cena? Pues mala cara, claro. Y eso es lo último: el cliente paga y debe de estar contento.

Durante la primera década del siglo XXI, los jefes de las agencias de expedición creyeron dar con la solución. Algo a lo grande, será por dinero... Y subieron a sus clientes/expedicionarios a un helicoptero (uno de los que vuelan varias veces cada día entre el campo base y las aldeas valle abajo) y los llevaron directamente a un hotel de lujo en Kathmandú. De ahí que el descanso tuviese también bastante de Rock and Roll, asdemás de spa, cocteles - y un tipo tocando el piano en el restaurante. Y a las 48 horas, otro helicóptero llevaba de vuelta a los recuperados montañeros de buelta a la montaña para, esta vez sí, alcanzar la gloria. Un planazo, ¿no?

Pues no. Las agencias pusieron en práctica aquella hedonista (y carísima) táctica apenas un par de temporadas. Ta vez no había helicópteros para todos. Tal vez el presupuesto se disparaba incluso para "ésos" montañeros. Pero seguramente lo que demostró que no era tan uena idea fue el impacto de la vuelta al mundo real - bueno, al mundo real de los ricos, que mola bastante - en modo tan breve, y luego hacerlos regresar a la promesa de gloria, sí, pero también a la certeza del esfuerzo más allá de los conocido, del frío y del miedo. O incluso, del fracaso, porque ninguna agencia garantiza la cumbre (o están engañando a sus clientes). Esta bien un poco de Rock and Roll, pero en exceso ya sabemos que engancha :-)

Encuanto a las tácticas sustitutorias, los nuevos modos y, por desgracia, la cadea de graves accidentes, han impuesto estrategisas dferentes que, básicamente, consisten en aclimatar antes en otros lugares y luego permanecer menos tiempo en la montaña. Esa práctica, además, está al alcance de más equipos, tanto comerciales como, "independientes" (les gusta llamarse así, aunque es una calificación un tanto laxa).En el caso del Everest, un buen número de expedicones de ambos tipos se plantean ya una sola ascensión parcial antes del asalto a cima definitivo. Y en ambos casos, se "delega" en personal contratado la tarea de equipar la ruta y avituallar los campos. Por eso, entre otras cosas, los 16 cadáveres que el año pasado dejó una avalancha en la cascada de hielo del Khumbu eran todos Nepaleses, que estaban en la montaña trabajando. Los escaladores estarían escalando, o no, no sé, pero allí.

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