28 de mayo de 2015

Elecciones

Dicen que en las montañas se fraguan amistades de por vida y odios eternos.

La mayoría de mis amigos y conocidos son, con mayor o menor intensidad, gente de monte. Es lo normal, teniendo en cuenta que yo misma llevo vinculada a la montaña, por profesión y por afición, desde hace dos décadas. Lo dicen mi CV y algunas fotos descoloridas que aún conservo. También podrían atestiguarlo así algunas personas a quien conocí siendo veinteañera – ¡alguna vez fui de eso! - y con las que todavía mantengo contacto regular. De hecho, aparecen conmigo en las imágenes... Tal vez con más pelo, la piel más tersa, unos forros polares horrorosos (¿O creían que los ochenta no llegaron a las cumbres?) … Pero la misma profundidad en la mirada de los que miran al horizonte desde las atalayas, y que aún conservan cuando, de nuevo, oteamos el siglo XXI desde otra cumbre compartida. 

Hace muchos, muchos años, en un lejano refugio (de los Ecris, Alpes franceses).
El de los calcetines morados - del short/gayumbo ni comento - está invitado a mi cumpleaños la semana que viene.  

Me siento afortunada. O mejor dicho, me siento orgullosa de haber contribuido tanto como mis amigos y conocidos a mantener el contacto, a saludarnos cuando nos cruzamos en el camino (esa costumbre tan arraigada entre montañeros hasta hace poco), o a retomar conversaciones y recuerdos comunes tras años sin vernos, como si no hubiera transcurrido el tiempo. Porque mantener una amistad, como cualquier otra relación humana, créanme que no es cuestión de suerte. O se riega con esfuerzo, generosidad y ganas, o se agosta y se muere sola, sin enfados, sin despedida, sin motivo, sin darnos cuenta. Un día miramos una foto y nos preguntamos: “¡Anda! ¿Qué fue de éste, de ésta, de aquellos?” No será más que una pregunta retórica, que abandonamos mucho antes de acordarnos de la voz de esas personas, mucho antes de plantearnos buscar su nombre en las redes sociales.

También es cierto que, otra vez como toda relación, tiene luces y sombras. Sabemos mucho y muy poco, al mismo tiempo, los unos de los otros. Podemos discutir con fiereza sobre la dirección del viento, pasar horas buscando el sentido trascendente de la existencia – y no llegar a saber nunca si esa persona tiene hermanos, o cual es su color favorito. Sencillamente, porque nunca ha venido a cuento. Ni importa.  O eso creía yo.

Durante años, mis amigos y yo nos hemos reunido para hablar de picos y vacaciones, de sueños y proyectos. Charlábamos de lo divino y de lo humano con interés pero también con cierto desapego. Es esa  sensación de alejamiento que da declararse inmune a las drogas de la ciudad, por encima de las tristes preocupaciones de los hombres del valle. Encarábamos el futuro  incierto y los “asuntos serios” con el escepticismo tranquilo del que sabe que no somos nada y que sólo un mal paso nos separa del vacío. Cuando internet revolucionó nuestras vidas, con el cambio de siglo, nos hicimos audiovisuales y enriquecimos nuestros cuentos con bellas imágenes de crestas blancas, abrazos de cumbre y roca cubierta de liquen antiguo.

Pero entonces llegó la política. No la política en general -  esa actividad de cínicos y aburridos, esa curiosidad histórica, esa dimensión ficticia que ignoraba la “pura vida” que nosotros habíamos descubierto. Me refiero a la política militante, la de los gritos y las proclamas, la que pide cambio aunque sea a golpes o continuidad con mano dura, la que te apunta con el dedo y pregunta: “¿Conmigo o contra mí?”. La que se vive, en este país, como el fútbol. Viva er Beti’ manque pierda y eso ha sido penalti, árbitro de mierda, porque lo digo yo y porque ése que protesta es de los míos.

Sí; claro que no vino sola, ni de pronto, ni sin razón aparente. Ni voy ahora a extenderme en las razones de unos o de otros, ni los porqués, ni los cómos, ni los cuándos (¡cuánto ni!) Solo constato que, a día de hoy, las lomas nevadas y las paredes de roca cubiertas de liquen han quedado muy abajo en mi muro de Facebook. Que los en los grupos de chat para quedadas de montaña ya no se habla de montañas ni de quedar, como no sea para ir de manifestación. Y que yo, que me creía en armonía con el universo, de pronto me veo rechazando bailes porque no entiendo la música que suena.
Ver el chiste completo del gran Forges en El País del 28 de mayo aquí.

 No es que no me interese la política; me fascina de manera casi científica. Al fin y al cabo soy periodista. Pero como tal asumo que me falta información, me sobra ruido, y que no he encontrado ninguna verdad absoluta que profesar. No sé hilar mis reflexiones con palabras tan grandes: Democracia. Revolución. Dignidad. Igualdad. Para todos. Ni tan rudas: Fascistas. Comunistas. Ladrones. Todos. No sé muy bien qué está ocurriendo y no tengo ni la más remota idea de lo que va a ocurrir. El problema es que los demás sí parecen tenerlo clarísimo. ¡Éste! ¡Ésa! ¡Aquellos! Contemplo la batalla desde el otro lado de la pantalla y de pronto recuerdo… “¡Anda! ¿Qué fue de las montañas, de los planes de vacaciones?”

Miren, yo tenía cuatro años cuando murió Franco, así que no viví la dictadura y de la transición, apenas me enteré. La política no era una opción de interés durante mi juventud y mi adolescencia. Teníamos preocupaciones, no crean, pero eran otras. Y pensábamos que las resolveríamos cada uno de nosotros, no los políticos. Fuimos una generación de individualistas, los de la “X”.Tampoco sé hasta que punto los practicantes de montaña pueden ser más afectos a una tendencia política que a otra o, sencillamente, afectos a la política. Resultó que, al igual que el color favorito, nunca se me ocurrió preguntar. No venía al caso, creí. Igual me equivoqué.


Creo que todo el mundo tiene derecho a defender sus ideas,y a expresarlas. Pero no a presionar para que tome partido o, peor, a que tome su partido o me revele como un ser despreciable. Y para mí,los mensajes insistentes en todo tipo de foros en prnicipi abiertos para otros menesteres es presionar. O ser un cansino de cuidado. 

 Podría alegar mil discusiones sobre el camino a seguir en mitad de la ventisca, o aquel rápel de fortuna, cuando pudimos habernos matado y acepté colgarme de ahí contra mi voluntad pero al final salió bien y acabamos todos riéndonos y enjuagando con cerveza el regusto del miedo… Me resisto a aceptar que aquellos finales delices a prueba de viento y relámpagos, al final se los vaya a llevar por delante un exabrupto ideológico de alguien que ni conozco, por mucha o poca razón que creamos que lleve. Cuando llegue la próxima tormenta, quiero una mano familiar – no un slogan ingenioso. 

19 de mayo de 2015

Esquí de montaña: condiciones en Aneto - Maladetas 17-18/5/2015 ACTUALIZADO con fotos!

Hará no más de una semana que aseguré en este mismo blog que no hablaría de mis propias actividades de montaña y ya estoy rompiendo mis promesas. Debería entrar en política.

Lo cierto es que he recibido varios mensajes pidiendome información sobre las condiciones de nieve (sí, amigos playeros, aún quedamos algunos obsesivos que vamos buscando laderas cubiertas de blanco) en los tresmiles de la zona de Benasque, donde pasé el fin de semana. Mejor que una respuesta breve y dos fotos por WhatsApps, he pensado que podría ser mejor dar algunos detalles más desde estas páginas.
De camino hacia el Pico del Alba. Imagen, cortesía de Ildefonso Díaz.

Claro que, si voy a hablar de mi actividad del pasado fin de semana, lo justo es comenzar acreditando a los impulsores de la actividad: Ildefonso, que planeó todo el fin de semana para un grupo reducido del Club Alpino Madrileño al que me adjunté sin pudor ni aviso previo, y Carlos, que abrió traza en una circular al Mulleres, inasequible al calor y a mis comentarios escépticos sobre la cantidad de nieve que encontraríamos. Reconozco que la había, hasta la misma cima y, encima, buena.

Lo siguiente es contestar a las preguntas de mis colegas esquiadores. ¿Hay nieve? Sí. ¿Cuánta? Bastante en la parte alta, nada en las zonas bajas ¿Aguantará hasta el próximo fin de semana? En zonas altas y acumulaciones, sí. ¿Se mantendrán las condiciones? Lo dudo mucho. ¿Merece la pena ir? Eso es relativo, personal e intrasferible.
Las cumbres del grupo del Alba, espolvoreadas por la nevada del día anterior.
Imagen cortesía de Ildefonso Díaz.


El sábado ascendimos a la muela del Alba. Partimos del parking de la Besurta. La carretera está abierta, con muchos baches en un par de tramos pero or lo demás bien,  y el aparcamiento abarrotado, como era de esperar. Tuvimos la suerte de una fina capa di nieve caída el día anterior y viento fuerte durante la noche, lo que mantuvo la temperatura más baja de lo habitual. El viento era fuerte en banasque pero se notaba menos en la zona media de la montaña.

Quitamos esquís para remontar con grampones el corredora la
antecumbre de la Muela del Alba. Imagen Angela Benavides.
La nuestra fue una ascensión tardía - muy mala idea en condiciones normales, pero la mejor posible con viento norte fuerte y previsión a mejor. Los tubos de Paderna no están en condicones, así que hicimos el recorrido de ida y vuelta desde Renclusa, a donde llegamos ya foqueando (pusimos los esquís a 15 minutos del parking). No sobra la nieve pero tampoco faltan íneas claras de ascenso y descenso. Durante la ascensión, de momento hay buen rehielo y por tanto hay que esperar nieve dura. Los crampones, imprescindibles para remontar el corredor que lleva a la antecima de la muela. Nosotros encontramos terreno mixto, por restos de un pequeño alud de piedras en el corredorcillo, viento fortisimo hasta salir del paso y nieve muy dura. Convendría llevar crampones de verdad porque los de competición, tan ligeros como fragiles, os traerán momentos de preocupación por su integridad y comentarios sarcásticos de los amigos por ser tan pija.


Desde el Ibon, había nieve de sobra y mantenida en buenas condiciones para bajar (elegid bien la orientación de las palas) hasta una hora bastante avanzada. El plano junto al río, resultaba en cambio irreconocible por la tarde, debido a la desaparición de la capa de nieve del día anterior. También vimos una disminución importante de la cantidad de a cota de refugio y por debajo.


Remontando el valle de Barrancs. Imagen cortesía de Ildefonso Diaz.
El domingo, hacia Barrancs, la nieve aparece, y de manera continua, en la subida al final del Pla de Aigualluts, así que incluir la hora de pateo en vuestra planificación de tiempos si vais por ahi. Sin problemas en barrancs y en la subida al collado de Mulleres, eso si, habrá que buscar nieve flanqueando y luego remontando en zetas la pala inclinada justo a la izquierda del collado. Mejor cuchillas. El domingo había nieve hasta casi la misma cumbre, pero es posible que a lo largo de estos días aumente el tramo de pedrera. La bajada por el valle de la escaleta, en condiciones muy aceptables, pesada en el llaneo posterior (paso de patinador) y con tramos escasos en el río de vuelta al Pla. Nosotros pasamos algunos puentes de nieve delicados, seguramente se caerán antes del próximo fin de semana.

El grupo en el collado de Mulleres.El Aneto, a nuestra espalda.
Imagen cortesía de Ildefonso Diaz.

¿Y qué esperar de cara al próximo fin de semana? Según Meteoblue, las temperaturas se mantendrán bajas hasta el viernes, lo cual ayudará. Es más, a la hora de redactar esta entrada, estaba nevando débilmente en el refugio de la Renclusa, tal y como se aprecia en la webcam del refugio. Finalmente, conviene echarle un vistazo a la previsión meteorológica y los comentarios del gran "gurú" pirenaico Jorge García-Dihinx: en un par de años, García-Dihinx se ha convertido en el mayor "influencer" de la comunidad de esquiadores de montaña que planean hacer actividad en Pirineos. Su blog "La Meteo que Viene" ha desbancado a todas las demás webs de meteo de montaña para esa región.  ¡Y da bueno!

Webcam ubicada en el refugio de la Renclusa, mirando a Maladetas y zona del pico del Alba.

18 de mayo de 2015

El último salto de Dean Potter

Regreso de un fin de semana (glorioso, por cierto) de esquí de montaña en Pirineos y me sorprende (o no, bueno) la noticia de la muerte de Dean Potter por un accidente... aún no sé exactamente de qué, ya que el periódico donde leo la noticia deja más dudas que datos. Parece que fue en una modalidad de salto BASE. Parece que un paracaídas no se abrió. Pero que hubo no uno, sino dos muertos: Potter y su compañero.  Literalmente, el periódico dice fallecieron en el acto a casua del "impacto contra el sueño". Supongo que es una errata y no una bella metáfora sobre el duro golpe de la realidad - o un chiste negro más o menos desafortunado.

http://www.elconfidencial.com/deportes/2015-05-18/muere-dean-potter-parque-yosemite_795919/

Hace mucho que no sigo la trayectoria de este escalador, aunque sus gestas de escalada de velocidad en grandes paredes comenzaron hace casi dos décadas. Los miembros de una expedición rusa con los que coincidió en Patagonia, allá por los dos mil y poco, le llamaban Harry Potter por su presunta capacidad de "volar" pared arriba. Aquello sí era un chiste malo, pero también venia a cuento: el estadounidense machacaba los tiempos habituales de escalada en las agujas de granito de la zona. Para ello, resumiendo mucho, reducía al mínimo la protección en pared. Poco después, simplemente, escalaría en "solo itegral", en solitario y sin protección contra una eventual caída. Lo mismo hizo en varias vías de Yosemite (EE.UU.) De hecho no era ni es el único, ya que se estableció cierto "pique" al límite entre un gruo de escaldores que se esforzaban en romperse records entre ellos.

También por entonces comenzaban los primeros saltos al vacío desde estructuras fijas - de ahí la denominación BASE, acrónimo de Building, Antenna, Span and Earth. Ya entonces el ratio de accidentes era preocupantemente alto: un 25%, según me dijo un practicante en una entrevista apra Radio Marca en el año 2000 - que tal vez exageró, pero dió una impresión clara del estado de las apuestas. Desde entonces el deporte ha evolucionado y, más que los segundos transcurridos desde el salto hasta la apertura del paracaídas, se busca el planeo dirigido gracias a los llamados "wingsuits" o trajes con alas. Sobre las modalidades, las diferencias y los objetivos se puede encontrar mucha y buena información en el blog de Carlos Suarez . Carlos es escalador desde casi su adolescencia y practicante de salto BASE durante años, aunque ultimamente afirma que se encuentra en periodo de regresar a orígenes alpinisticos y explorar nuevas vertientes de los deportes de montaña. Tendrá muchas y variadas razones, pero el hecho es que Carlos ha perdido a dos de sus compañeros habituales (los televisivos Darío Barrio y Alvaro Bultó) de saltos y sufrido en sus carnes un mal aterrizaje tras saltar del Torreón de Galayos.

En cuanto a Dean Potter, descubrió como complementar las sensaciones de sus ascensos a todo o nada, con descensos acordes : en lugar de rapelar con cuerdas o simplemente bajar caminando, era mejor saltar hacia atras. Y llevar una mochila con un pequeño paracaídas.

En problema es que además del paracaídas, un día decidió meter en la mochila a su perro Whisper. Le puso unas gafas para protegerlo del viento durante el vuelo, eso sí. Pero incluso con ese detalle los animalistas no quedaron exactamente encantados con el experimento. No disponemos de la opinión de Whisper.

Tampoco hizo amigos entre los ambientalistas - ni en la oficina del Sheriff - después de escalar  sin cuerda el Delicate Arch, uno de los monumentos naturales más importantes (y protegidísimos) de Utah. Los patrocinadores le fueron abandonando. De hecho, una posible razón por la que en la prensa española no se dan detalles del accidente, es que no se publicitó porque el salto BASE que practicaban él y su colega es ilegal en el Parque Nacional de Yosemite. Para una información con más datos, en inglés, sirve este artículo de Outside online .

Todo esto me lleva a la reflexión sobre este tipo de actividades, la percepción y gestión del riesgo y el libre albedrío. Muchas personas pueden opinar sin duda que los deportes de montaña son peligrosos y una manera estúpida de jugar con la integridad física de uno (y el presupuesto de los contribuyentes que se va en rescate, según unos cuantos). Los practicantes de estos deportes mostrarán su profundo desacuerdo y, si bien aceptarán un pequeño porcentaje de riesgo objetivo, asegurarán que los beneficios para la salud y las bondades de estas actividades (practicadas con sensatez) hacen de su colectivo una fuente de ahorro para los sistemas de salud, ahogados en cambio por las necesidades de las víctimas del sedentarismo. Un escalador deportivo probará con estadisticas que su deporte es menos lesivo que el fútbol. Y yo, que me considero practicante de deportes de montaña, opino que saltar de lo alto de un risco con un traje de alitas, sinceramente, no me parece buena idea. Como tampoco lo es, creo, escalar sin cuerda. Y desde luego no diría que es un "deporte". Creo que los rescates de montaña deben ser tan gratuitos o de pago como la asistencia a,  pongamos, un conductor que tiene un accidente cuando circula de manera claramente imprudente. Ahora bien, ¿es lo mismo? ¿Hay un límite? ¿Y ustedes qué opinan?


13 de mayo de 2015

Vuelta al campo de batalla

¿Realmente estoy haciendo esto? Me cuesta creer lo que leo en la pantalla. ¿De verdad voy a volver a escribir sobre montaña? Créanme que llevaba tres años sin publicar una línea sobre estos temas y que todavía me parece poco tiempo. No me quedaron ganas aquel día de 2012 en que envié un correo con una sola frase: “Lo siento, no puedo trabajar en estas condiciones.”

No detallaré a qué condiciones me refiero. Tampoco fueron sólo estrictamente laborales. Ni entonces ni ahora sabría explicar el descorazonamiento, el vacío, la imposibilidad física de mover los dedos sobre el teclado. No era realmente consciente de hasta qué punto el Himalaya había, en cierto modo, acabado conmigo. ¿El Himalaya? No , eso no sería justo. Las montañas no siente ni se compadecen, solo están. Más bien, el nombre era mi manera de englobar mi trabajo, el ambiente, la aventura reglada, el negocio y, tambien, esos conglomerados humanos que cada temporada tientan la suerte en partidas a doble o nada hacia la cima, para luego huir hacia abajo, como niños que juegan a ver quien se acerca más a la hoguera, sin quemarse. O incluso quemándose. Un poquito si acaso, piensan. O no tan poquito. A veces alguno termina ardiendo.  

Estado habitual de la información de montaña: no lo vemos nada claro. La foto es de Antonio Fernandez, y está tomada en algún lugar de Pirineos - pero no decimos dónde :-)
Han pasado tres años y todavía hay cabos sueltos, preguntas que no he conseguido responder, datos que no cuadran, sospechas que me paralizan… ¿Ven? Pienso en ello y tengo que levantarme, mirar por la ventana, buscar el sol y aspirar el aire polucionado pero rico, ver que la vida sigue sin preocuparse de un estúpido rincón sin vida del planeta, ni de las imágenes que me preocupaban y que, incluso ahora, a veces, se cuelan entre dos sueños. Un cadáver con el piolet clavado en el muslo, un eco envenenado en un campo base, cuerdas rotas y lazos deshechos…  Un campo de batalla sin huellas de victoria, pero con toneladas de restos congelados de innumerables derrotas.


Supongo que llegué a ver el final de una época, la de las grandes expediciones patrocinadas al Himalaya y que, al cerrarse, el libro de la historia me atrapó también. Lo que yo era entonces, ya no existe. Demasiadas heridas, demasiadas mentiras que desbrozar y demasiadas verdades agazapadas que, la verdad, igual hubiera preferido no saber. Al final hubo una salva de disparos al aire sobre un glaciar que me dieron de lleno - a 8000 kilómetros en dirección suroeste. No hubieran hecho ninguna falta. Como quien dice, yo ya me iba.

Así que, volviendo al principio: ¿Qué hago yo aquí con delante de la pantalla y con la cabeza llena de imágenes que parecen de serie de ficción? ¿Vuelvo para contar aquello que quedó en el tintero?¿Para continuar donde lo dejé y reencarnarme de nuevo en cronista de una etapa nueva? ¿Para…ehhhm… vengarme? Bah, qué pereza.

Mejor miro hacia adelante. Aunque tampoco voy a borrar 20 años de experiencia periodística ni olvidar los cientos de historias, unas ya mencionadas y otras no, que irán saliendo a colación en el futuro. Vuelvo porque incluso para mí tres años son demasiado tiempo sin escribir. Porque soy otra versión de mí misma, pero lo que sabía permanece –si la memoria y os años me permiten -y tal vez sea útil o interesante para alguien. Porque compruebo que vuelvo a hablar de ello, así que entiendo que he tomado perspectiva, como comentaba en un post anterior. Porque mis amigos me han animado. Sobre todo, porque quiero explorar otras facetas, más simples y, por tanto,  más auténticas de la montaña:  lo que nos mueve a la inmensa mayoría de montañeros y no a un puñado de, en palabras del alpinista esloveno Tomaz Humar (otro caído en la batalla), “turistas profesionales”.

No pretendo aburrir a nadie con el relato de mis actividades de fin de semana (créanme que carecen de interés periodístico o deportivo), pero sí me gustaría ofrecer puntos de vista lo que hacen otros, lo que ocurre en las montañas, o incluso fuera de ellas si veo que guarda relación. Siendo este un blog personal, tampoco tengo yo que seguir líneas editoriales ni fijar agendas: la opinión es (o debería ser) libre, y la verdad es que no me importaría compartir opiniones sobre estos temas que nos interesan. En cuanto a “informar”… no sé, tal vez poco a poco, a veces… es un trabajo arduo, por lo menos si se hace correctamente. Entiendo el periodismo como un acto de responsabilidad: la información necesita veracidad, credibilidad y contraste, o no es información, no se engañen. Es, como poco, una chapuza.


Quiero tratar de recuperar aquellos motivos e ilusión que me animaron a abrocharme las botas por primera vez, que me llenaron de un orgullo extraño cuando tomé por primera vez un piolet entre las manos, como una espada, cuando miré hacia arriba, ví una cima, y continué caminando. Es lo que me gustaría transmitir, y a quien recuerde esas sensaciones me gustaría dirigirme. Esa gente que sufre y disfruta intensamente en las montañas. Esa gente que aprende y opina, que sueña y que lo intenta. Ah, y que se paga sus propias vacaciones J

6 de mayo de 2015

Gran angular

Desde el Campo Base no se ve el Everest. Más aún, desde el Campo 4, a 8.000 metros de altura, no se ve la cumbre. Para ver la montaña al completo es necesario alejarse, por lo menos, hasta el Kala Pattar, un hombro del pico Pumori, que se encuentra enfrente, al otro lado del glaciar del Khumbu. A veces, para obtener una visión de conjunto, es necesario alejarse y tomar perspectiva. Como a través de una lente de gran angular.


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Hablando del Everest... yo me sabía de memoria cada recodo del recorrido de un campo de altura a otro, hasta la misma cima. Al igual que podría recitar todas y cada una de las rutas de ascenso al K2, en Pakistán. Pero, en realidad, jamás había puesto los ojos sobre ninguna de aquellas dos montaña, ni los pies sobre el hielo y las rocas de los glaciares de Baltoro o Khumbu.

Y a todo esto... ¿Yo quién soy?

Muy lejos del Himalaya, entre las agujas de la sierra de Gredos.
Yo seguía expediciones al Himalaya, era mi trabajo. Una de las subespecies mas extrañas de periodista deportivo. Hablaba con  los expedicionarios que cada año acudían a las montañas más altas del planeta, rastreaba sus huellas a través del GPS, veía las imágenes y videos que enviaban, hacía preguntas a través del email, del teléfono satelital, etc. Siempre, desde un lugar a miles de kilómetros de distancia: mi casa en Madrid, un loft-oficina en Manhattan, la habitación de un motel en Colorado… o una terraza frente al Atlántico en la isla de la Palma, aquella vez que huyendo de un mal sueño de hielo aterricé en el paraíso.

Contado así, no parece serio. Desde luego, no se lo pareció a algunas personas, algunas de ellas protagonistas de las noticias. Sobre todo cuando las noticias no eran positivas para ellos. Cuando su “primera ascensión en la historia” resultaba ser la quinta o la sexta, o cuando aquella cumbre de la foto resultaba ser, en realidad, un punto del camino bastante más abajo, o justo debajo de la parte más difícil. “¿Qué sabrá ella cómo es esto, qué se siente, qué se hace y qué no?” reaccionaban, “¡Si nunca ha estado en…!”. Vamos, que escribía sin tener ni pxxa idea, que se dice por aquí.  Yo solía responderme a mí misma que me pagaban por investigar, por escribir e informar, no por subir a ninguna parte. En realidad, la necesidad de alguien como yo hablando de alguien como aquellos coleccionistas de cimas era un poco menos obvia.

A ver, ¿cómo explicarles que para ver el Everest había que alejarse, subir al Kala Pattar, tomar perspectiva? Intenté alguna vez mencionar que, desde la tranquilidad y el aire cargado de Madrid, podía ver la imagen completa. ¿Tan pronto se olvidaban de que ellos mismos, en una u otra ocasión, nos habían llamado desde los campos de altura para preguntar que ocurría en otros campos, en la otra cara de la montaña, en la cumbre sobre ellos?

Mal sitio para hacer amigos

Había otro factor que me ayudaba a ver la imagen sin más distorsiones de las necesarias: no tenía vínculos con los protagonistas de mis noticias. No era patrocinador, no era informador en exclusiva, no era madre, esposa, hija o novia de ninguno de los escaladores. Hablaba con muchos de ellos de tanto en tanto, admiraba a unos pocos, miraba con cierta desconfianza a otros... pero intenté siempre atenerme a los hechos, o eso espero. Nunca fui demasiado "hincha" . Hace poco leí en una reseña del libro que escribí sobre Edurne Pasaban que yo era "amiga personal" suya. No sé a quién se le ocurriría el comentario: desde luego yo no lo dije, y estoy segura de que Edurne tampoco. Sería presuntuoso (e inexacto) decir que aquellos alpinistas profesionales de los que escribía con, en aparencia, tanta confianza eran mis amigos. Tampoco era ésa la idea: yo me ganaba la vida realizando una labor profesional, ellos hacían la suya y, entre ambas, a veces surgían intereses enfrentados. Como cuando, decía antes, habia controversia entre lo afirmado por unos y por otros. Como cuando las cosas salían mal, y la cumbre se escapaba, y el plan fallaba o,peor aún, alguien moría. 

Ojo, que eso no quiere decir que no conociera a gente admirable. Que en algún caso me doliera en el alma invalidar una cumbre en nuestras estadísticas. Que en principio concediese el beneficio de la duda a todos porque , en serio, ¿para qué iban a mentir? Que me hiciera verdadera ilusión publicar sus triunfos y felicitarles por teléfono. Que me gustara ver nombres españoles y conocidos en mis noticias en inglés.  Que unos pocos, (poquísimos, pero por eso lo recuerdo tanto) me dieran las gracias por el trabajo realizado.  Que derramara lágrimas amargas cuando alguno de ellos se quedó en la montaña. Incluso ahora, pasados los años, todavía me duele su recuerdo. Y eso que no éramos amigos.  Y eso que estaba muy lejos de las montañas, escribiendo entre cuatro paredes...

Una vez, que no se diga, decidí acercarme. Y entendí menos que nunca. Pero esa es otra historia.