13 de mayo de 2015

Vuelta al campo de batalla

¿Realmente estoy haciendo esto? Me cuesta creer lo que leo en la pantalla. ¿De verdad voy a volver a escribir sobre montaña? Créanme que llevaba tres años sin publicar una línea sobre estos temas y que todavía me parece poco tiempo. No me quedaron ganas aquel día de 2012 en que envié un correo con una sola frase: “Lo siento, no puedo trabajar en estas condiciones.”

No detallaré a qué condiciones me refiero. Tampoco fueron sólo estrictamente laborales. Ni entonces ni ahora sabría explicar el descorazonamiento, el vacío, la imposibilidad física de mover los dedos sobre el teclado. No era realmente consciente de hasta qué punto el Himalaya había, en cierto modo, acabado conmigo. ¿El Himalaya? No , eso no sería justo. Las montañas no siente ni se compadecen, solo están. Más bien, el nombre era mi manera de englobar mi trabajo, el ambiente, la aventura reglada, el negocio y, tambien, esos conglomerados humanos que cada temporada tientan la suerte en partidas a doble o nada hacia la cima, para luego huir hacia abajo, como niños que juegan a ver quien se acerca más a la hoguera, sin quemarse. O incluso quemándose. Un poquito si acaso, piensan. O no tan poquito. A veces alguno termina ardiendo.  

Estado habitual de la información de montaña: no lo vemos nada claro. La foto es de Antonio Fernandez, y está tomada en algún lugar de Pirineos - pero no decimos dónde :-)
Han pasado tres años y todavía hay cabos sueltos, preguntas que no he conseguido responder, datos que no cuadran, sospechas que me paralizan… ¿Ven? Pienso en ello y tengo que levantarme, mirar por la ventana, buscar el sol y aspirar el aire polucionado pero rico, ver que la vida sigue sin preocuparse de un estúpido rincón sin vida del planeta, ni de las imágenes que me preocupaban y que, incluso ahora, a veces, se cuelan entre dos sueños. Un cadáver con el piolet clavado en el muslo, un eco envenenado en un campo base, cuerdas rotas y lazos deshechos…  Un campo de batalla sin huellas de victoria, pero con toneladas de restos congelados de innumerables derrotas.


Supongo que llegué a ver el final de una época, la de las grandes expediciones patrocinadas al Himalaya y que, al cerrarse, el libro de la historia me atrapó también. Lo que yo era entonces, ya no existe. Demasiadas heridas, demasiadas mentiras que desbrozar y demasiadas verdades agazapadas que, la verdad, igual hubiera preferido no saber. Al final hubo una salva de disparos al aire sobre un glaciar que me dieron de lleno - a 8000 kilómetros en dirección suroeste. No hubieran hecho ninguna falta. Como quien dice, yo ya me iba.

Así que, volviendo al principio: ¿Qué hago yo aquí con delante de la pantalla y con la cabeza llena de imágenes que parecen de serie de ficción? ¿Vuelvo para contar aquello que quedó en el tintero?¿Para continuar donde lo dejé y reencarnarme de nuevo en cronista de una etapa nueva? ¿Para…ehhhm… vengarme? Bah, qué pereza.

Mejor miro hacia adelante. Aunque tampoco voy a borrar 20 años de experiencia periodística ni olvidar los cientos de historias, unas ya mencionadas y otras no, que irán saliendo a colación en el futuro. Vuelvo porque incluso para mí tres años son demasiado tiempo sin escribir. Porque soy otra versión de mí misma, pero lo que sabía permanece –si la memoria y os años me permiten -y tal vez sea útil o interesante para alguien. Porque compruebo que vuelvo a hablar de ello, así que entiendo que he tomado perspectiva, como comentaba en un post anterior. Porque mis amigos me han animado. Sobre todo, porque quiero explorar otras facetas, más simples y, por tanto,  más auténticas de la montaña:  lo que nos mueve a la inmensa mayoría de montañeros y no a un puñado de, en palabras del alpinista esloveno Tomaz Humar (otro caído en la batalla), “turistas profesionales”.

No pretendo aburrir a nadie con el relato de mis actividades de fin de semana (créanme que carecen de interés periodístico o deportivo), pero sí me gustaría ofrecer puntos de vista lo que hacen otros, lo que ocurre en las montañas, o incluso fuera de ellas si veo que guarda relación. Siendo este un blog personal, tampoco tengo yo que seguir líneas editoriales ni fijar agendas: la opinión es (o debería ser) libre, y la verdad es que no me importaría compartir opiniones sobre estos temas que nos interesan. En cuanto a “informar”… no sé, tal vez poco a poco, a veces… es un trabajo arduo, por lo menos si se hace correctamente. Entiendo el periodismo como un acto de responsabilidad: la información necesita veracidad, credibilidad y contraste, o no es información, no se engañen. Es, como poco, una chapuza.


Quiero tratar de recuperar aquellos motivos e ilusión que me animaron a abrocharme las botas por primera vez, que me llenaron de un orgullo extraño cuando tomé por primera vez un piolet entre las manos, como una espada, cuando miré hacia arriba, ví una cima, y continué caminando. Es lo que me gustaría transmitir, y a quien recuerde esas sensaciones me gustaría dirigirme. Esa gente que sufre y disfruta intensamente en las montañas. Esa gente que aprende y opina, que sueña y que lo intenta. Ah, y que se paga sus propias vacaciones J

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