¿Realmente estoy haciendo esto? Me cuesta creer lo que leo
en la pantalla. ¿De verdad voy a volver a escribir sobre montaña? Créanme que
llevaba tres años sin publicar una línea sobre estos temas y que todavía me
parece poco tiempo. No me quedaron ganas aquel día de 2012 en que envié un correo con una sola frase: “Lo siento, no puedo trabajar en estas
condiciones.”
No detallaré a qué condiciones me refiero. Tampoco fueron sólo
estrictamente laborales. Ni entonces ni ahora sabría explicar el
descorazonamiento, el vacío, la imposibilidad física de mover los dedos sobre
el teclado. No era realmente consciente de hasta qué punto el Himalaya había,
en cierto modo, acabado conmigo. ¿El Himalaya? No , eso no sería justo. Las
montañas no siente ni se compadecen, solo están. Más bien, el nombre era mi
manera de englobar mi trabajo, el ambiente, la aventura reglada, el negocio y, tambien, esos conglomerados humanos que cada temporada tientan la suerte en
partidas a doble o nada hacia la cima, para luego huir hacia abajo, como niños que juegan a
ver quien se acerca más a la hoguera, sin quemarse. O incluso quemándose. Un
poquito si acaso, piensan. O no tan poquito. A veces alguno termina ardiendo.
Estado habitual de la información de montaña: no lo vemos nada claro. La foto es de Antonio Fernandez, y está tomada en algún lugar de Pirineos - pero no decimos dónde :-) |
Han pasado tres años y todavía hay cabos sueltos, preguntas
que no he conseguido responder, datos que no cuadran, sospechas que me
paralizan… ¿Ven? Pienso en ello y tengo que levantarme, mirar por la ventana,
buscar el sol y aspirar el aire polucionado pero rico, ver que la vida sigue
sin preocuparse de un estúpido rincón sin vida del planeta, ni de las imágenes
que me preocupaban y que, incluso ahora, a veces, se cuelan entre dos sueños. Un
cadáver con el piolet clavado en el muslo, un eco envenenado en un campo base,
cuerdas rotas y lazos deshechos… Un
campo de batalla sin huellas de victoria, pero con toneladas de restos congelados
de innumerables derrotas.
Supongo que llegué a ver el final de una época, la de las
grandes expediciones patrocinadas al Himalaya y que, al cerrarse, el libro de
la historia me atrapó también. Lo que yo era entonces, ya no existe. Demasiadas
heridas, demasiadas mentiras que desbrozar y demasiadas verdades agazapadas
que, la verdad, igual hubiera preferido no saber. Al final hubo una salva de
disparos al aire sobre un glaciar que me dieron de lleno - a 8000 kilómetros en
dirección suroeste. No hubieran hecho ninguna falta. Como quien dice, yo ya me
iba.
Así que, volviendo al principio: ¿Qué hago yo aquí con
delante de la pantalla y con la cabeza llena de imágenes que parecen de serie
de ficción? ¿Vuelvo para contar aquello que quedó en el tintero?¿Para continuar
donde lo dejé y reencarnarme de nuevo en cronista de una etapa nueva? ¿Para…ehhhm…
vengarme? Bah, qué pereza.
Mejor miro hacia adelante. Aunque tampoco voy a borrar 20
años de experiencia periodística ni olvidar los cientos de historias, unas ya
mencionadas y otras no, que irán saliendo a colación en el futuro. Vuelvo
porque incluso para mí tres años son demasiado tiempo sin escribir. Porque soy
otra versión de mí misma, pero lo que sabía permanece –si la memoria y os años
me permiten -y tal vez sea útil o interesante para alguien. Porque compruebo
que vuelvo a hablar de ello, así que entiendo que he tomado perspectiva, como
comentaba en un post anterior. Porque mis amigos me han animado. Sobre todo, porque
quiero explorar otras facetas, más simples y, por tanto, más auténticas de la montaña: lo que nos mueve a la inmensa mayoría de
montañeros y no a un puñado de, en palabras del alpinista esloveno Tomaz Humar
(otro caído en la batalla), “turistas profesionales”.
No pretendo aburrir a nadie con el relato de mis actividades
de fin de semana (créanme que carecen de interés periodístico o deportivo),
pero sí me gustaría ofrecer puntos de vista lo que hacen otros, lo que ocurre
en las montañas, o incluso fuera de ellas si veo que guarda relación. Siendo
este un blog personal, tampoco tengo yo que seguir líneas editoriales ni fijar
agendas: la opinión es (o debería ser) libre, y la verdad es que no me
importaría compartir opiniones sobre estos temas que nos interesan. En cuanto a
“informar”… no sé, tal vez poco a poco, a veces… es un trabajo arduo, por lo
menos si se hace correctamente. Entiendo el periodismo como un acto de responsabilidad:
la información necesita veracidad, credibilidad y contraste, o no es
información, no se engañen. Es, como poco, una chapuza.
Quiero tratar de recuperar aquellos motivos e ilusión que me
animaron a abrocharme las botas por primera vez, que me llenaron de un orgullo
extraño cuando tomé por primera vez un piolet entre las manos, como una espada,
cuando miré hacia arriba, ví una cima, y continué caminando. Es lo que me
gustaría transmitir, y a quien recuerde esas sensaciones me gustaría dirigirme.
Esa gente que sufre y disfruta intensamente en las montañas. Esa gente que
aprende y opina, que sueña y que lo intenta. Ah, y que se paga sus propias
vacaciones J
No hay comentarios:
Publicar un comentario